martes, 31 de diciembre de 2013

Desmontando a 2013

Le quedan horas a este 2013. Fue un año diferente; y es probable que en esa distinción halle la justificación de que también ha sido especial, aunque existan circunstancias que no hayan variado tanto como me hubiera gustado.

Siguió la crisis durante estos doce meses, y fue incluso más cruda de lo que había sido anteriormente, por lo que continué llamando a puertas (que no se abrieron) y seguí ideando caminos (algunos muy reconfortantes) con el objetivo de llegar alguna vez a la meta deseada. Aun así, me siento agradecida por las pequeñas oportunidades que aparecieron y que me hicieron sentirme útil otra vez. Inventé retos personales para obligarme a realizar con asiduidad una tarea, la de escribir, que siempre ha sido una fuente de placer, de autoconocimiento, de expresión de ideas y sensaciones. Escribir, que es lo que de algún modo siempre quise hacer; escribir, que es lo que me enseñaron. Sí, me estoy refiriendo a este blog, que me ha dado grandes satisfacciones y que es un espacio único y que siento muy personal a pesar de compartirlo con todos aquellos que alguna vez se pasaron por aquí y a los que doy gracias infinitas por ello, porque sus visitas, sus comentarios, alimentan mis ganas de seguir uniendo palabras con algún sentido y fin.

Y ahora que empiezan a salir las cosas buenas no se me puede olvidar que pude disfrutar de los míos más que nunca; que descubrí quiénes eran los amigos de verdad y me di cuenta que no eran otros que aquellos que no se alejaron, a pesar de mi distancia; pude sentir, como nunca y como siempre, la ciudad que a mi me hace sentir; y ésta puso en mi vida personas de esas que sabes que serán imborrables, de esas que te marcan y que te regalan sapiencia y experiencia sin pedir nada a cambio…

En 2013 aprendí a ser paciente y comprendí que cada cosa tiene su momento. Pero también que no vale la pena rendirse porque no es cierto que haya trenes que pasan solo una vez en la vida; algunos lo hacen en más ocasiones y solo hay que tener el valor de cogerlos. Intenté tomar decisiones por mi misma sin dejar que lo ajeno o externo repercutiese en ellas. A lo largo de estos doce meses me convencí de que verdaderamente hay cosas que no merecen la pena, sobre todo cuando encuentras batallas en las que te ofrecen motivos reales por los que luchar. Y algo parecido sucede con las personas, aunque en este caso, siempre duela más. Por eso creo que acerté en diversos ámbitos, aunque no quedé libre de cometer errores. Me equivoqué; y seguramente más veces de las que yo recuerdo. Pido perdón a aquellos que se ofendiesen con mis fallos.

Me afilié al grupo de los optimistas porque los años (el 2013 fue el de los 30) me han enseñado que el ánimo influye más de lo que pensamos en lo que nos acontece y cómo nos acontece -aunque obviamente haya cosas que se escapen a nuestra razón-, y por ese mismo motivo he preferido sonreír, por encima de mis posibilidades incluso, porque, aunque cueste tanto en estos tiempos que nos han tocado, es lo mejor que podemos hacer para enfrentarnos a cualquier tipo de situación molesta e incómoda. La tristeza, como decía Flaubert, es un vicio, así que mejor buscar otro tipo de adicciones; la vida nos ofrece cosas maravillosas, solo hay que descubrirlas o aprender a valorarlas.

Después de lo dicho, creo que lo más inteligente es recibir a 2014 con el mismo positivismo con el que decidí enfrentarme a este año que se nos va. Otro inolvidable, porque todos tienen algo, o alguien, que lo convierten en eso, en inolvidable… 

P.D. Y, por supuesto: ¡Feliz Año Nuevo a todos! 

domingo, 29 de diciembre de 2013

Cobardes

Cobarde, como quien insulta porque es la única forma de defensa que conoce.
Cobarde, como quien hizo daño sin pensar en las consecuencias.
Cobarde, como quien no es capaz de reconocer que se equivocó una vez.
Cobarde, como quien no asume que no siempre se gana y que cuando se pierde se obtiene experiencia.

Cobarde, como quien no comprende que hay un momento determinado para cada cosa y se empeña en volver a lo mismo una y mil veces.
Cobarde, como quien no quiso echar de menos y no aprendió nunca el significado de la palabra nostalgia.
Cobarde, como quién añadió kilómetros a lo que tenía que ser solo la distancia justa.
Cobarde, como quien dejó transcurrir el tiempo sin compartir segundos con la persona que deseaba.

Cobarde, como quien no llegó a enamorarse por miedo a sufrir.
Cobarde, como quien inició el camino del olvido sin contemplaciones y acabó quedándose sin recuerdos.
Cobarde, como quien solo dijo “te quiero” y no llegó hasta el “te amo”, aun habiéndolo sentido.

Cobarde, como yo, que te escribo porque tengo miedo de mirarte a los ojos y ser valiente.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Cádiz. Antonio Gala.

A Antonio Gala me gusta leerlo y reconozco que me he maravillado cuando he escuchado sus intervenciones en algún medio de comunicación. Algunas de sus historias me llevaron a viajar, no solo geográficamente, sino también a los mundos del pensamiento y el alma. En sus entrevistas o declaraciones encontré las palabras de alguien que habla con una claridad que es de agradecer y que se muestra seguro de la razón que lleva en lo que dice.

Hace unos días, mientras rebuscaba entre mis libros algo de poesía, me encontré con su obra El poema de Tobías desangelado y en su interior di con unos versos dedicados a Cádiz. Ahora que me falta tan poco para recorrer de nuevo las calles de esta ciudad (que es siempre una inyección de energía personal), este poema tiene algo de presagio; y al recitarlo suena tan bien…


CÁDIZ

Precisamente en este mismo sitio,
con otra luz, viniste y me abrazaste.
Pasó lo que tenía que pasar
en los cinco sentidos…
               
                Hoy te añoro.

Miro al cielo y los ojos
mojados me impiden ver el mar…
¿El presente te añora? ¿Oye a veces tu vuelo?
Supo el pasado que yo no te amaría.
Se equivocó. Ojalá
también lo venidero se equivoque.
¿Acaso fuiste un sueño?
En la mar espejea el sol igual que un párvulo
que juega a deslumbrarme…


Pero hoy mi corazón quiere ser ciego.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Lo que encontré bajo el sofá.

Lo mejor de tener un par de días libres, o más bien de tomártelos, es poder disfrutar de una historia entretenida e interesante como ha sido el caso de Lo que encontré bajo el sofá de Eloy Moreno. Recuerdo que me llamó la atención por el título, y aunque eso no tenía por qué ser un factor de éxito, en esta novela he encontrado todos los ingredientes para tenerme colgada a sus páginas.

Lo que encontré bajo el sofá es una historia de secretos, de reencuentros, de desencuentros. Es la historia de una ciudad, Toledo, y sus leyendas; es una historia de amor y de pasión. Es una obra que nos habla de acoso escolar, de corrupción, de desahucios…de actualidad. El libro nos cuenta acerca de los deseos e instintos humanos, de lo importante de tomar decisiones, del conformismo que conlleva no tomarlas, de cómo reconciliarte con el mundo. La novela habla de vida; y de vidas.

La mezcla de todos estos elementos conforman la historia de Alicia, una profesora que se traslada durante unas semanas a cubrir una baja a Toledo, y que jamás imaginaba el revuelo personal que causaría este viaje.

Por el recorrido literario por Toledo, por la sencillez con el que está escrito y por hilvanar y conjugar tan bien las historias que forman parte de la novela, merece la pena dedicarle unas horas a esta obra de Eloy Moreno.

La frase escogida, por lo que me ha hecho reflexionar y porque me ha remitido perfectamente a una innumerable lista de sucesos y acontecimientos actuales, es esta: “Hay demasiada distancia entre la ley y la justicia”.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Adiós, Madiba

Hoy era obligatorio acordarme de él. Obligatorio y necesario recordar estos versos de William Ernest Henley; hablo del poema Invictus, aquel que Nelson Mandela tuvo escrito en un papel durante su encarcelamiento y que le ayudó a sobrellevar sus años en prisión. Hace unas horas, Mandela se nos fue para siempre, su pérdida ha conmovido al mundo…y siento incluso que éste se ha quedado algo huérfano. El primer presidente  negro de Sudáfrica,  Premio Nobel de la Paz por su lucha pacífica contra el apartheid y, como escribía hoy John Carlin en El País, “un símbolo de la capacidad de los pueblos para superar el pasado” (http://internacional.elpais.com/internacional/2013/03/28/actualidad/1364463433_244316.html ).

Mi recuerdo, mi sencillo y humilde homenaje: rememorar las palabras que durante tantos años, demasiados, acompañaron a Madiba.

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,

doy gracias a los dioses que pudieran existir

por mi alma invicta.



En las azarosas garras de las circunstancias

nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.

Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.

No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Poema de las cosas

Otros versos del "poeta enamorado", José Ángel Buesa. La descripción de tantas sensaciones y experiencias de una manera bella, elegante y siempre sencilla. Por eso es capaz de conmover tanto...



Quizás estando sola, de noche, en tu aposento
oirás que alguien te llama sin que tú sepas quién,
y aprenderás entonces, que hay cosas como el viento
que existen ciertamente, pero que no se ven...

Y también es posible que una tarde de hastío
como florece un surco, te renazca un afán,
y aprenderás entonces que hay cosas como el río
que se están yendo siempre, pero que no se van...

O al cruzar una calle, tu corazón risueño
recordará una pena que no tuviste ayer
y aprenderás entonces que hay cosas como el sueño,
cosas que nunca han sido, pero que pueden ser...

Por más que tú prefieras ignorar estas cosas
sabrás por qué suspiras oyendo una canción
y aprenderás entonces que hay cosas como rosas,
cosas que son hermosas, sin saber que lo son...


Y una tarde cualquiera, sentirás que te has ido
y un soplo de ceniza regará tu jardín,
y aprenderás entonces, que el tiempo y el olvido
son las únicas cosas que nunca tienen fin.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Prohibido no intentarlo

Sintió escalofríos, al igual que otras veces. Y recordó las palabras de aquellos que hablaban sobre el error que podría conllevar ilusionarse de nuevo y de lo complicado que resultaría embarcarse una vez más.

Entonces pensó que la vida es también complicada y que no por ello dejamos de experimentarla cada día, nos ofrece los momentos más amargos y los golpes más duros pero casi siempre peleamos por salir a flote y cuando el sol vuelve a los amaneceres y no dejamos que el día termine hasta dar con el motivo que nos hace sonreír, nos damos cuenta de por qué merece la pena no abandonar a mitad de camino.

Pensó también en lo cobarde que es el miedo, ese que es capaz de decidir por ti y consigue que no des más pasos por temor a la caída. Recordó la incomodidad del acomodado, que es el que nunca llegará al borde del precipicio y no sentirá el vértigo que da estar ahí, pero tampoco disfrutará de la adrenalina de ese tiempo y de las inmejorables vistas que ofrece aquel lugar.

Se acordó con tristeza de los que se excusan continuamente, de los que lo dejan todo para después, o para mañana, de los que permanecen impasibles, los que no se aferran a las oportunidades que les tiene reservadas el destino, los que nunca lo intentan y siguen sentados esperando sin saber  muy bien qué es lo que esperan.

Y en ese momento, lo vio claro. Valía la pena arriesgarse e ilusionarse. Se lo decía el ritmo frenético de los latidos de su corazón que delataba que estaba viva, que respiraba, que todo lo que quisiese estaba ahí afuera. Había inventado la ocasión. Había que aprovecharla. Había, por tanto, que intentarlo.



Reflexionó por última vez antes de salir a devorar el mundo: lo justo de la vida es que lo bueno termina llegando; lo injusto, que irremediablemente también habrá espacio para lo malo. Mientras tanto, tenemos la oportunidad de vivir (que no es poco).

domingo, 17 de noviembre de 2013

No pasa nada y si pasa, se le saluda.

Tengo algo abandonada la lectura (la que se hace por placer) pero también estaba deseando tener entre mis manos la nueva novela de Raquel Martos. Así que en cuanto me hice con ella, algo que además sucedió en la primera tarde de este frío casi invernal, no tuve más remedio que devorarla.

No pasa nada y si pasa, se le saluda es un libro en el que Clara, su protagonista, reflexiona sobre aquellos temas en los que cualquiera puede pararse a pensar cada día: familia, amigos, relaciones, trabajo, la situación actual...  Y lo hace de una forma tan sencilla y cercana que es imposible no sentirte vinculada al personaje, no estar de acuerdo ante determinadas cuestiones, no indignarte por ciertos capítulos vividos por Clara. Se hace también muy difícil no comparar tu propia historia con la de la protagonista, porque seguro que en más de un momento encuentras situaciones que te resultan muy familiares.

Raquel Martos ha creado una historia que conmueve y emociona, pero que además divierte y entretiene. Es capaz de sacarte una sonrisa y también algunas lágrimas. Pero sobre todo, nos encontramos con un libro que deja un agradable sabor de boca y un mensaje optimista al hablar de cambios, de oportunidades, de la necesidad de romper con todo aquello que nos duele y nos hace daño.

Como siempre, elijo una frase. En esta ocasión, me quedo con esta: “La vida es lo único que tenemos y el momento es el que nos toca. Te ha tocado este, se siente, te jodes, lo coges o lo dejas, vives la vida o te tiras por el balcón”. 

martes, 12 de noviembre de 2013

Ritual

“No hace falta que te preocupes por mí”, dijo ella. Y continuó: “he olvidado en tantas ocasiones que no creo que una más me suponga nada. Intuyo que el ritual será similar al de las veces anteriores, las ya vividas: necesitaré vino, y whisky, para ahogar las heridas; y la charla con un amigo que me ayude a buscar los defectos que yo no te encontré. Escucharé solo las canciones que yo considere que hablan de nuestra historia. Las noches me resultarán tan largas que tendré que pasar alguna llorando bajo la almohada hasta cansarme, y los amaneceres perderán su encanto, y los días serán oscuros aun cuando el sol brille… Estaré insoportable, más de lo normal; leeré una y otra vez tus mensajes intentando encontrar la respuesta que sacie a este porqué, y desearé verte lo mismo que no verte…

Pero no te preocupes, no importa, porque al final es verdad que todo pasa, puede incluso que el tiempo lo cure todo, y llegará un momento en el que ya no duela o, al menos, no duela tanto como en este presente. Me acostumbraré a que no estés y comprenderé, una vez más, que la vida siempre sigue y que no se para por nada, ni por nadie. Afortunadamente.”

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Mi soledad. Tu ausencia.

Como una mañana gris oscura, como aquél día en que los pájaros no ponen melodía a un despertar, como un café sin una cucharada de azúcar. Como un otoño sin hojas en el suelo, como el camino que nadie pisó jamás, como una playa en una tarde de lluvia.

Como preparar una mesa para un único comensal, como un periódico sin noticias, como un día sin música. Como una declaración sin sentimientos, como una opinión sin argumento, como una discusión contigo mismo, como una frase con palabras que no dicen nada.

Como una ciudad sin historia, como un pueblo sin libertad, como el descubrimiento que no se comparte, como la herida que no duele, como los amigos que no creen en la amistad. Como una noche sin estrellas, como la oscuridad a la que no sucederá un rayo de luz, como un mal recuerdo sin olvido.

Como un verano sin ver el mar, como un mes de febrero sin carnaval, y como un abril sin flores,  como una jornada sin una conversación, sin una sonrisa y sin un beso… así es mi soledad, o tu ausencia. No lo sé, ambas me tienen confundida. 

domingo, 3 de noviembre de 2013

A ver cómo te explico

A ver cómo te explico que tengo necesidad de sentirte y que preciso que me notes. A ver cómo te explico que requiero de tu genialidad para inspirarme, de tu ingenuidad para enternecerme, de tus palabras para hacerlas mías y seguir describiendo mi mundo.

A ver cómo te explico que he señalizado todos los caminos que llegan hasta mi alma y que la puerta está entornada esperando a que pases, y que no es necesario que llames porque te está esperando a ti. Solo a ti.

Si decides pasar, a ver cómo te explico que voy a necesitar que tus manos me sostengan en innumerables ocasiones, que habrás de estar alerta para prevenir mis absurdas recaídas, que deberás alentarme y prestarme tus ganas porque solo así conseguiré llegar a la meta. A ver cómo te explico que tendrás que conseguir que borre parte de mi pasado; a ver cómo te explico lo que ha sido inexplicable.

Pero hay más.

A ver cómo te explico que también tendrás que adornar con sonrisas nuestra existencia conjunta, y que mi copa precisará de la tuya cada vez que haya algo que festejar. A ver cómo te explico que quiero leer poesía junto a ti, que a veces te dejaré escoger la película de los domingos y otras veces tendrás que dejar que decida yo, y que tendremos que ir a algún concierto para cantar hasta perder la voz. A ver cómo te explico que seré dichosa cuando conversemos con un café de por medio, y cuando me saques a bailar, y cuando nos reunamos con amigos y en algún momento el brillo de tu mirada me traspase.
A ver cómo te explico que querré una caricia tuya todos los días, que tu rostro tendrá que ser lo primero que vean mis ojos cada amanecer y que, tras ese instante, solo podrá tener cabida un beso; a ver cómo te explico que habrás de llenar los anocheceres de pasión, que tendremos que pasear juntos por nuestras ciudades predilectas, que deberás descubrirme maravillosos lugares y que estarás obligado a hacer de cada jornada una nueva aventura que merezca la pena experimentar.


A ver cómo te explico que si consigues todo eso no podré dejarte escapar, no querré que te marches, no permitiré distancia entre nosotros. A ver cómo te explico que solo entonces rozaré eso que se denomina felicidad. A ver cómo te explico que, al final, tendré que decirte que te quiero.

viernes, 1 de noviembre de 2013

El futuro. Julio Cortázar

Y se muy bien que no estarás.


No estarás en la calle

en el murmullo que brota de la noche

de los postes de alumbrado,

ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia los completos en los subtes
ni en los libros prestados,
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás,
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré
amor mío
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás
y diré las cosas que sé decir
y comeré las cosas que sé comer
y soñaré los sueños que se sueñan.
Y se muy bien que no estarás
ni aquí dentro de la cárcel donde te retengo,
ni allí afuera
en ese río de calles y de puentes.
No estarás para nada,
no serás mi recuerdo
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente trata de acordarse de ti.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Sorprendiéndome

Me he sorprendido a mí misma hablando de ti, narrando tu historia aunque no me pertenezca, e hilando todos los datos que puedo recordar de tu vida para entender por qué un día se encontró con la mía. Me he sorprendido a mí misma incluyendo tu nombre en todas mis conversaciones; es la única manera de conseguir que estés presente en todos y cada uno de los momentos que paso sin ti.  

Me he sorprendido a mí misma pensando en nuestros efímeros encuentros, porque siempre me parecerán cortos, y he intentado recordar cada una de las charlas que mantuvimos para guardarlas en el baúl de tesoros que almaceno en mi mente. También he hecho recuento de nuestros gestos y he logrado volver a notar el tímido roce de nuestras manos.  Las caricias las voy a guardar en el alma, que es la que se encarga de hacerme sentir.

Me he sorprendido a mí misma rememorando las risas, aquel tiempo en que nos permitíamos ser cómplices durante algunos minutos, los secretos que compartimos, las historias en las que nos involucramos de igual manera, las calles que nuestro pies pisaron en paralelo.

Me he sorprendido a mí misma imaginando que habrá una próxima vez y he decidido por los dos como quiero que sea: no quiero que hablemos -si ves necesario cruzar alguna palabra, susúrrala- , ni que traigas a mi memoria el inservible pasado que tanto nos distanció, no menciones tampoco el futuro, ni siquiera el presente. Abrázame, solo así llegaré a entender que el sueño se está haciendo realidad.

Me he sorprendido a mí misma porque a veces me gusta sorprenderme, y sorprenderte, y que me sorprendas, y sorprendernos…como ahora, como siempre.   


domingo, 27 de octubre de 2013

Miradas

Ayer, mientras tomaba un café y observaba cómo las gotas de lluvia golpeaban el cristal en una tarde en la que tenía miles de obligaciones y ningunas ganas, recordó la mirada en la que no paraba de pensar desde hacía unos días.

La comparaba con otras ya conocidas y sentía que había detectado en ella la fugacidad indescriptible de un buen momento, el radiante brillo que solo es capaz de dar la felicidad, la solidaridad que desprenden los ojos generosos, la calma de una etapa estable, el remanso esperado…

Aquella mirada mostraba también la firmeza de quien está seguro de quién es y la convicción del que sabe lo que quiere y hacia dónde va (con lo difícil que eso era en estos tiempos); es capaz de transmitir confianza y fidelidad, de la de verdad, de la que no se finge.

Sabía que esa mirada furtiva no rehuía cruzarse con sus ojos por mentirosa, como en otras ocasiones le había sucedido; era más bien esa dosis precisa de timidez que, finalmente y sin apenas darse cuenta, acababa mezclada con una porción de descaro que cautivaba.

Y siguió recordándola hasta caer en la cuenta de que si hubiese tenido que describirla con una palabra habría dicho, simplemente, que era especial… Se lo decían sus ojos. 

jueves, 24 de octubre de 2013

24 de Octubre

En este día en el que toca defender la educación, porque aún no nos hemos enterado de que debería ser intocable, me he levantado acordándome de "La historia de la gran torre" que Augusto Cury incluye en su obra Padres brillantes, maestros fascinantes. Me la narraron hace unos meses (por cierto, una profesora de la escuela pública enamorada de su profesión y defensora de la enseñanza) y aunque no deja de ser un cuento al que no le falta alguna dosis de utopía, es también muy revelador y nos lleva a comprender la importancia no solo de la educación sino también el papel fundamental de los docentes dentro de la sociedad.

Comienza así (y os animo a que la busquéis y la leáis):

Si la mitad del presupuesto de gastos militares de todo el mundo se invirtiera en educación, los generales serían jardineros, los policías poetas y los psiquiatras músicos. La violencia, el hambre, el miedo, el terrorismo y los problemas emocionales estarían en las páginas de los diccionarios y no en las de la vida...

miércoles, 16 de octubre de 2013

Tú. Yo. Ahora.

…y de repente, vuelve a estar presente en los lugares que frecuento. No es su sombra, ni su recuerdo. La persona a la que observaba en la distancia de un bar mientras imaginaba un cruce de miradas, ha vuelto a aparecer en los rincones que nos unieron y desunieron a partes iguales. Alguna vez llegamos a mantener una conversación banal; e incluso se esforzó en escuchar mis quejas mientras intentaba convencerme de que la solución a todo lo que me dolía terminaría poniéndose ante mí el día menos pensado.

Se cansó de mi cansancio y viajamos, por separado y sin encontrarnos, por las mismas ciudades; buscamos el calor de otras camas y recorrimos desesperadamente otros labios. Dimos cientos de rodeos para volver al mismo punto de partida: a las puertas de esos bares que nos vieron crecer hasta hacernos adultos. Creo que los dos hemos cambiado de bebida y aunque yo me transformé con cada trago amargo de ginebra, él sigue siendo el mismo y eso le permite jugar con ventaja. Sabe que me gana cuando elige las palabras adecuadas, que sus ojos me intimidan desde que conseguí que se encontrasen con los míos y que los dos tenemos las mismas ganas de provocar un encuentro a solas.

Por eso, siento que ha llegado el momento de dar a las palabras su justo significado: quiero que tú seas el tú que acompañe a mi yo, y quiero que ahora sea ahora, porque ya no quiero dejarte para después. 

martes, 8 de octubre de 2013

La química secreta de los encuentros

El último libro que reseñé fue uno de Marc Levy y empezamos estación con uno del mismo autor. Será el destino. Curioso porque precisamente el destino es uno de los elementos que están presentes en las páginas de La química secreta de los encuentros.

Después de leer algún libro que mezclaba relaciones amorosas con recetas, de hacer un intento con una de las trilogías erótica-romántica tan de moda (y no, no ha sido la del conocido Grey) y que abandoné a mitad del segundo libro quedándome con la “intriga” de qué les sucederá a los pasionales protagonistas, me encontré con esta novela que, no es una genialidad, pero ofrece una historia capaz de mantener entretenido al lector y que yo he devorado en un par de sentadas. Ya comentaba que se hablaba de la fuerza del destino, de las casualidades, pero también de la amistad, de las oportunidades y sorpresas que nos podemos encontrar cuando escapamos a otros lugares. Y, para mi, una de las mejores cosas del libro es la profesión otorgada a cada uno de los protagonistas y que despiertan la imaginación del receptor y obliga, a aquellos que estén dispuestos, a dejarse llevar por la magia de la pintura y los perfumes.

Sin embargo me quedo en el tema del destino, en el que yo ya no sé si creo o no, ni si tiene tanta fuerza como dicen. Supongo que profundizo en él porque este libro ha aparecido justo en un momento en el que mi mente vuelve a episodios pasados de mi vida para preguntarse cómo hubiese sido todo si no hubiesen aparecido determinadas personas en etapas concretas, si las que estaban llamadas a ser hubiesen sido, qué habría sucedido si las dudas me hubiesen atemorizado a la hora de hacer las maletas y decidir no mirar atrás…y si, a veces, son posibles las segundas oportunidades.

Marc Levy. Otra novela sencilla. Que habla sobre el destino. En un momento en el que yo me pregunto si éste me la ha jugado o no. Demasiadas casualidades ¿no? Al final, será cosa del destino.


De esta novela, me quedo con dos frases: “es tan duro despedirse de alguien cuando no se ha podido decir adiós…” y “el valor de un justo responde por la inhumanidad de mil culpables”. 

lunes, 30 de septiembre de 2013

Otoño

Hoy he sido consciente de que ha llegado el otoño. Ya sé que hace algo más de una semana que cambiamos de estación pero hasta que el cielo no se ha mantenido gris todo el día y las hojas de los árboles han brillado durante horas por el agua que las empapaba no he querido darme cuenta. La jornada de hoy, sin embargo, tiene todos los ingredientes de esta época: me apetece mirar tras el cristal e imaginar cómo serán los días venideros y, aunque no llega a hacer frío, tampoco sobrará la primera manga larga de la temporada; hoy hace acto de presencia la melancolía, es decir, me acuerdo de ti mucho más de lo que lo hice ayer y siento que quiero acurrucarme junto a ti en el sofá. Hoy necesito hacer café (o té) para dos y me gustaría tomarlo mientras leemos poesía. Mientras leemos a Benedetti.

Aprovechemos el otoño
antes de que el invierno nos escombre
entremos a codazos en la franja del sol
y admiremos a los pájaros que emigran

ahora que calienta el corazón
aunque sea de a ratos y de a poco
pensemos y sintamos todavía
con el viejo cariño que nos queda

aprovechemos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza

porque el futuro se nos vuelve escarcha

lunes, 23 de septiembre de 2013

334 kilómetros

334 kilómetros me separan de Cádiz en este momento. Sé que a lo largo del año he dejado caer en varias ocasiones, y en otros espacios, cuán importante ha sido esta etapa para mi. Ahora quiero detenerme un poco más.

Siempre me he adaptado a los sitios en los que he vivido: disfruté mucho de mi estancia en Sevilla, también, aunque no tanto, de mi etapa en Jaén, y reconozco que el lugar donde nací es siempre especial, sobre todo por la gente que lo habita y que forma parte de mi vida. Cádiz era una meta, un sueño…y ha sido siempre un amor platónico que este año se convirtió en real y que viví apasionadamente, como me enseñaron a vivir las cosas.

Me he preguntado muchas veces por qué es tan especial. Supongo que porque una parte de mi está hecha de retazos de aquella tierra o tal vez sea porque allí he encontrado siempre la fuerza para levantarme o la energía para seguir adelante y plantearme nuevos objetivos. Pisar aquel lugar, respirar su aire, embriagarme de su aroma siempre me saca una sonrisa.

Aquel rincón me ha renovado, me ha hecho plantearme miles de cosas y me ha enseñado tanto… Allí he aprendido que la amistad no tiene edad y que las personas más inesperadas pueden darte lecciones de vida; he comprendido lo importante que es inventar mil ideas, algunas absurdas, para que los que no están en su mejor momento salgan a flote; y que hay que brindar por cosas tan simples como un día de sol. He tenido que reconocer que nuestra primera vocación no es siempre la única y que hay muchos ámbitos en los que podemos llegar a ser competentes; que tenemos que perdernos en diversas ocasiones porque solo así encontraremos los caminos adecuados; y que andar acompañado puede reportarnos gratas experiencias.
Al sur del sur me he dado cuenta de lo maravilloso que puede resultar desorientarse en una ciudad con encanto; que hay ocasiones que no se podrán describir nunca; y que ver el mar cada día es un auténtico regalo. He aceptado que hay cosas que no pueden ser; que las cosas que antes no me gustaban hoy pueden volverme loca; y que donde menos lo esperas surge lo inesperado.


En Cádiz he aprendido a echar de menos (y por eso me duele tanto esta distancia). En Cádiz he aprendido…que me queda mucho por aprender.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Encuentro imaginario

Hoy me ha despertado un bonito sueño. Tú habías conseguido romper la burbuja de cristal en la que te encontrabas inmerso, y que ya no recuerdo si fue creada por mi o tú solo elegiste entrar en ella, y acortabas la distancia que había empezado a separarnos. Cuando al abrir la puerta te veía al otro lado conseguía olvidar mis eternos ratos de soledad, que no eran otros que aquellos en los que tú no estabas presente de alguna manera; desaparecían también las dudas acerca de lo que hubiese pasado si hubiéramos dado los pasos que, hasta ahora, no nos habíamos atrevido a dar; y, sobre todo, dejaba de soñar.

Por fin, frente a frente. Solos. Los dos. La claridad de tu sonrisa era solo para mi; tu mirada se centraba en recorrer cada centímetro de mi cuerpo hasta que tus manos comprendían la necesidad de abrazarme; y tus labios acariciaban los míos impidiendo articular palabras que ya no nos hacían ninguna falta ni tenían cabida en aquel momento. Me perdía en tu aroma y la felicidad por la magia de ese instante provocaba que mi mente viajase por todos los parajes naturales y ciudades que ideamos en numerosas ocasiones. Cuando conseguías que te dejase hablar me decías que ya no tendría que preocuparme más, que no te marcharías lejos como a veces anunciabas, que habías encontrado el camino adecuado y que la puerta a la que acababas de llamar era tu meta. Y a mi no me quedaría más remedio que llorar de emoción.

Otro tipo de lágrimas me retornan ahora a la realidad, a las preguntas sin respuesta y a este vacío que dejaste y que por ser tan especial creo que permanecerá así siempre. Eso sí, prometo seguir soñando con nuestro encuentro imaginario.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Las últimas letras...

Algún día, sin esperarlo, como le ocurre a aquel que abre la ventana una mañana y se da cuenta de que ha llegado el otoño porque las hojas de los árboles se encuentran caídas en el suelo, encontrarás mis cartas. Imaginarás su contenido hasta que te decidas a abrirlas. Lo harás con energía y más que leerlas, las devorarás. Tendrás que volver a releerlas mucho más despacio y será entonces cuando te identifiques con cada palabra, cuando te des cuenta de que estoy contando tu historia, que es también la mía, y serás consciente de que estoy definiendo en esas líneas cada uno de nuestros momentos juntos.

Si prestas mucha atención durante la lectura, detectarás también que cada letra se surte de los sentimientos que despertaste en mí y se te pondrá la carne de gallina cuando narre que en la oscuridad tus ojos fueron como la luz del faro y que, gracias a ellos, no me perdí en tantas ocasiones.

Tu respiración se verá agitada, saldrás de casa y recorrerás las calles de forma desordenada hasta que tu mente haga una guía de los lugares que me gustaban compartir contigo y los visites con la esperanza de encontrarme. Necesitarás verme, abrazarme, besarme y susurrarme al oído que tus sensaciones son iguales que las mías: que a ti también te tiembla hasta el alma cuando mi mirada se clava en la tuya, que mis risas son la banda sonora de tu día a día y que mi rostro es el protagonista de todos tus sueños.


Una lluvia intensa terminará con el reencuentro que estás imaginando, querrás volver de nuevo a tu dormitorio; repasarás las cartas implorando encontrar una pista que te lleve al lugar donde estoy. En la última de ellas notarás que la tinta es menos intensa y comprenderás que me cansé de esperarte, de amarte, de sentirte y, sobre todo, que me cansé de escribirte.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Las cosas que no nos dijimos

Alguien me comentó hace ya varias semanas que leyese algunos de los libros de Marc Levy. Entre los diferentes títulos, casi todos muy sugerentes, me decidí por Las cosas que no nos dijimos. La obra narra lo que sucede a Julia Walsh a partir de la muerte de su padre, que es enterrado el mismo día en el que ella pensaba casarse. Y desde que ocurre ese acontecimiento, el lector se encontrará con una bonita historia de segundas oportunidades.

Yo soy de las que creo, casi siempre, en las segundas oportunidades. A veces son necesarias, otras son vitales y, sobre todo, considero que casi todo el mundo merece ser escuchado o tiene derecho a dar una explicación. Este libro se centra en una segunda oportunidad tan ficticia como mágica, una segunda oportunidad que creo que casi todos estaríamos dispuestos a experimentar porque todos hemos perdido a alguien importante en el camino y daríamos lo que fuese por volverlo a ver; y por compartir unos minutos o unos días con esa persona, por volver a escuchar de sus labios te quiero y nos encantaría tener la posibilidad de decirle cuánto la echamos de menos y la falta que nos ha hecho en determinados momentos.

El libro no solo nos hace reflexionar sobre las segundas oportunidades. También profundiza en el reencuentro consigo mismo, en la necesidad que, a veces, tenemos de un guía que nos lleve hasta aquello que verdaderamente nos importa y queremos, a lo bueno de perdernos para luego encontrarnos…


Con Las cosas que no nos dijimos, de lectura sencilla y amena, he pensado mucho, me ha emocionado y me he reído, así que es un libro recomendable para pasar un rato entretenido. De todas, elijo esta frase: “la memoria es una artista extraña, redibuja los colores de la vida, borra lo mediocre y solo conserva los trazos más hermosos, las curvas más conmovedoras”.

jueves, 5 de septiembre de 2013

El prisionero del cielo

Llevaba ya muchos días sin hacer referencia a ningún libro y no es que haya dejado de leer; es más bien que me he amparado en dos de los derechos que tengo como lector (derecho a terminar un libro y derecho a callarnos) y que aprendí gracias a Como una novela de Daniel Pennac (otra obra muy recomendable, sobre todo para comprender la importancia y todo lo que nos aporta la lectura, sea cual sea el título que escojamos). Es decir, sobre dos de los libros que han pasado por mis manos no he querido comentar nada y el tercero, a pesar de haber sido premio Planeta en su día, terminé abandonándolo porque me resultaba lento y eso hizo que me aburriese enormemente (quizás en otro momento lo retome y entonces me fascine; ahora no).

Y tras esas tres experiencias me decidí por El prisionero del cielo. Muchos veranos después de que cayese en mis manos La sombra del viento, opté de nuevo por la prosa de Carlos Ruiz Zafón, por las historias de la familia Sempere, por el retrato de la Barcelona de mediados del siglo XX, por el misterio y, sobre todo, por el reencuentro con El cementerio de los libros olvidados.

La sombra del viento fue (y sigue siendo) uno de mis libros favoritos durante una larga temporada, uno de los primeros que me hizo llorar de emoción y uno de los primeros que creó en mi esa sensación extraña de: quiero acabarlo pero que no acabe nunca. Aunque El juego del ángel y El prisionero del cielo no han conseguido llegarme de la misma manera en la que lo hizo el primer título de esta serie, mentiría si dijese que sus páginas no me han tenido atada durante horas. Así que muy recomendables, los tres.

Esta obra me ha dejado esta frase: “en esta vida se perdona todo menos decir la verdad”. 

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Párame el mundo

Si algún día vuelvo, quiero encontrarte en una de las plazas por las que paseamos juntos en más de una ocasión. Seguramente habrá una terraza en ella y tendrás que proponerme que me tome una cerveza contigo…por los viejos tiempos.

Cuando nos sentemos y me mires de esa manera única en la que la hacen tus expresivos ojos oscuros, brotará también esa sonrisa enorme y sincera que me regalaste tantas veces; sin pedir nada a cambio, ocultando tus tragedias.

Me contarás con humor y sin darle importancia los temas que te preocupan o afectan. Te reirás de ellos mientras tus manos buscarán el roce de las mías. Nuestras manos juntas, tu consuelo. Escucharás con rostro pensativo la narración de las historias que me traen de cabeza y cuando ambos regresemos a nuestras casas me mandarás un mensaje de ánimo y me dirás que todo irá bien, que solo es una mala racha o que no hay mal que cien años dure.

Pero antes de llegar a ese momento, habremos llenado la mesa de la terraza de vasos vacíos, recordaremos las vivencias más alegres y evitaremos hablar de los recuerdos tristes (sobre todo tú). No seremos conscientes de lo que pasa a nuestro alrededor; en la multitud solo existiremos tú y yo.

Al despedirnos me abrazarás de forma protectora y me darás un puñado de besos en la mejilla izquierda.



Y al deshacer el camino que me llevó, por casualidad, hasta ese lugar, tendré la sensación de que el tiempo no ha pasado tan deprisa y de que cumpliste la promesa de pararme el mundo. 

jueves, 29 de agosto de 2013

Viciados

Después de meses sin vernos volvimos a coincidir y hace unas semanas decidimos darnos una nueva oportunidad; otra más. Me encuentro sola en este momento y mientras te pienso caigo en la cuenta de que, quizás, esto no salga bien. Fracasaremos; otra vez. Y es que nos conocemos tanto…

Sé que no te gusta tomar café por las mañanas, que te enfadas cuando te asomas por la ventana y el cielo está gris, y que el mal humor te durará todo el día si al abrir el correo no encuentras respuesta a tus peticiones del día anterior. Sé que si coincides con tus amigos te tomarás, al menos, dos cervezas y que, cuando vuelvas, me relatarás anécdotas que ya me has contado en otras ocasiones. Sé que te gusta tararear canciones mientras te duchas y que las informaciones del telediario te indignan tanto que se te quitan las ganas de cantar; sé que te gustaría cambiar el mundo y que, incluso, sueñas con ser reconocido un día como alguien especial.

Conozco tu olor, los rincones de tu cuerpo que necesitan ser acariciados, tu locura en el momento en que te muerdo la boca y que el lado derecho de la cama será solo tuyo a partir de determinadas horas. Me he dado cuenta de cuánto te gusta mirarte al espejo y de que tu ropa, antes de pasar por la lavadora o retornar al armario, ocupará unas horas la silla de tu dormitorio.

Reconozco cuándo estás radiante y cuándo preocupado con un simple y fugaz cruce de miradas. Sé que algunos días te agobiará mi presencia, pero que me extrañarás ciertos meses de invierno. Sé que cuando tardes en contestar a mis llamadas o mensajes estarás ideando excusas. Y soy sabedora de que me echarás de tu vida sin echarme del todo.


Tú sabes de mi que me gustan los gintonics con dos rodajas de limón, que no me importa volver a escuchar tu anecdotario, que tengo razón cuando digo que me huyes, que prefiero dormir desnuda cuando te tengo cerca y que, a veces, te escribo… Y nada más.