miércoles, 30 de octubre de 2013

Sorprendiéndome

Me he sorprendido a mí misma hablando de ti, narrando tu historia aunque no me pertenezca, e hilando todos los datos que puedo recordar de tu vida para entender por qué un día se encontró con la mía. Me he sorprendido a mí misma incluyendo tu nombre en todas mis conversaciones; es la única manera de conseguir que estés presente en todos y cada uno de los momentos que paso sin ti.  

Me he sorprendido a mí misma pensando en nuestros efímeros encuentros, porque siempre me parecerán cortos, y he intentado recordar cada una de las charlas que mantuvimos para guardarlas en el baúl de tesoros que almaceno en mi mente. También he hecho recuento de nuestros gestos y he logrado volver a notar el tímido roce de nuestras manos.  Las caricias las voy a guardar en el alma, que es la que se encarga de hacerme sentir.

Me he sorprendido a mí misma rememorando las risas, aquel tiempo en que nos permitíamos ser cómplices durante algunos minutos, los secretos que compartimos, las historias en las que nos involucramos de igual manera, las calles que nuestro pies pisaron en paralelo.

Me he sorprendido a mí misma imaginando que habrá una próxima vez y he decidido por los dos como quiero que sea: no quiero que hablemos -si ves necesario cruzar alguna palabra, susúrrala- , ni que traigas a mi memoria el inservible pasado que tanto nos distanció, no menciones tampoco el futuro, ni siquiera el presente. Abrázame, solo así llegaré a entender que el sueño se está haciendo realidad.

Me he sorprendido a mí misma porque a veces me gusta sorprenderme, y sorprenderte, y que me sorprendas, y sorprendernos…como ahora, como siempre.   


domingo, 27 de octubre de 2013

Miradas

Ayer, mientras tomaba un café y observaba cómo las gotas de lluvia golpeaban el cristal en una tarde en la que tenía miles de obligaciones y ningunas ganas, recordó la mirada en la que no paraba de pensar desde hacía unos días.

La comparaba con otras ya conocidas y sentía que había detectado en ella la fugacidad indescriptible de un buen momento, el radiante brillo que solo es capaz de dar la felicidad, la solidaridad que desprenden los ojos generosos, la calma de una etapa estable, el remanso esperado…

Aquella mirada mostraba también la firmeza de quien está seguro de quién es y la convicción del que sabe lo que quiere y hacia dónde va (con lo difícil que eso era en estos tiempos); es capaz de transmitir confianza y fidelidad, de la de verdad, de la que no se finge.

Sabía que esa mirada furtiva no rehuía cruzarse con sus ojos por mentirosa, como en otras ocasiones le había sucedido; era más bien esa dosis precisa de timidez que, finalmente y sin apenas darse cuenta, acababa mezclada con una porción de descaro que cautivaba.

Y siguió recordándola hasta caer en la cuenta de que si hubiese tenido que describirla con una palabra habría dicho, simplemente, que era especial… Se lo decían sus ojos. 

jueves, 24 de octubre de 2013

24 de Octubre

En este día en el que toca defender la educación, porque aún no nos hemos enterado de que debería ser intocable, me he levantado acordándome de "La historia de la gran torre" que Augusto Cury incluye en su obra Padres brillantes, maestros fascinantes. Me la narraron hace unos meses (por cierto, una profesora de la escuela pública enamorada de su profesión y defensora de la enseñanza) y aunque no deja de ser un cuento al que no le falta alguna dosis de utopía, es también muy revelador y nos lleva a comprender la importancia no solo de la educación sino también el papel fundamental de los docentes dentro de la sociedad.

Comienza así (y os animo a que la busquéis y la leáis):

Si la mitad del presupuesto de gastos militares de todo el mundo se invirtiera en educación, los generales serían jardineros, los policías poetas y los psiquiatras músicos. La violencia, el hambre, el miedo, el terrorismo y los problemas emocionales estarían en las páginas de los diccionarios y no en las de la vida...

miércoles, 16 de octubre de 2013

Tú. Yo. Ahora.

…y de repente, vuelve a estar presente en los lugares que frecuento. No es su sombra, ni su recuerdo. La persona a la que observaba en la distancia de un bar mientras imaginaba un cruce de miradas, ha vuelto a aparecer en los rincones que nos unieron y desunieron a partes iguales. Alguna vez llegamos a mantener una conversación banal; e incluso se esforzó en escuchar mis quejas mientras intentaba convencerme de que la solución a todo lo que me dolía terminaría poniéndose ante mí el día menos pensado.

Se cansó de mi cansancio y viajamos, por separado y sin encontrarnos, por las mismas ciudades; buscamos el calor de otras camas y recorrimos desesperadamente otros labios. Dimos cientos de rodeos para volver al mismo punto de partida: a las puertas de esos bares que nos vieron crecer hasta hacernos adultos. Creo que los dos hemos cambiado de bebida y aunque yo me transformé con cada trago amargo de ginebra, él sigue siendo el mismo y eso le permite jugar con ventaja. Sabe que me gana cuando elige las palabras adecuadas, que sus ojos me intimidan desde que conseguí que se encontrasen con los míos y que los dos tenemos las mismas ganas de provocar un encuentro a solas.

Por eso, siento que ha llegado el momento de dar a las palabras su justo significado: quiero que tú seas el tú que acompañe a mi yo, y quiero que ahora sea ahora, porque ya no quiero dejarte para después. 

martes, 8 de octubre de 2013

La química secreta de los encuentros

El último libro que reseñé fue uno de Marc Levy y empezamos estación con uno del mismo autor. Será el destino. Curioso porque precisamente el destino es uno de los elementos que están presentes en las páginas de La química secreta de los encuentros.

Después de leer algún libro que mezclaba relaciones amorosas con recetas, de hacer un intento con una de las trilogías erótica-romántica tan de moda (y no, no ha sido la del conocido Grey) y que abandoné a mitad del segundo libro quedándome con la “intriga” de qué les sucederá a los pasionales protagonistas, me encontré con esta novela que, no es una genialidad, pero ofrece una historia capaz de mantener entretenido al lector y que yo he devorado en un par de sentadas. Ya comentaba que se hablaba de la fuerza del destino, de las casualidades, pero también de la amistad, de las oportunidades y sorpresas que nos podemos encontrar cuando escapamos a otros lugares. Y, para mi, una de las mejores cosas del libro es la profesión otorgada a cada uno de los protagonistas y que despiertan la imaginación del receptor y obliga, a aquellos que estén dispuestos, a dejarse llevar por la magia de la pintura y los perfumes.

Sin embargo me quedo en el tema del destino, en el que yo ya no sé si creo o no, ni si tiene tanta fuerza como dicen. Supongo que profundizo en él porque este libro ha aparecido justo en un momento en el que mi mente vuelve a episodios pasados de mi vida para preguntarse cómo hubiese sido todo si no hubiesen aparecido determinadas personas en etapas concretas, si las que estaban llamadas a ser hubiesen sido, qué habría sucedido si las dudas me hubiesen atemorizado a la hora de hacer las maletas y decidir no mirar atrás…y si, a veces, son posibles las segundas oportunidades.

Marc Levy. Otra novela sencilla. Que habla sobre el destino. En un momento en el que yo me pregunto si éste me la ha jugado o no. Demasiadas casualidades ¿no? Al final, será cosa del destino.


De esta novela, me quedo con dos frases: “es tan duro despedirse de alguien cuando no se ha podido decir adiós…” y “el valor de un justo responde por la inhumanidad de mil culpables”.