Me empeñé tanto en la tarea de borrarte que no
valoré las consecuencias.
Así, una mañana al despertarme no me acordaba de esas
fechas importantes que señalábamos en el calendario, la marca de tu perfume y
tus canciones favoritas.
Sentí alivio al pensar que podría haber sido peor.
Podría haber olvidado cómo sonaba tu risa, el color de tus ojos o la textura de
tus labios.
Y es que nuestro corazón es a veces como la papelera
de reciclaje de nuestro escritorio, y ni la razón puede imponerse a la hora de
eliminar definitivamente algunos recuerdos.
Ese maldito miedo al vacío.
Siempre he dicho que el "horror vacui" es lo peor. Pero ¿y lo bien que viene hacer limpieza de vez en cuando aunque implique vaciarse de recuerdos y personas?
ResponderEliminarQuiero/exijo entradas nuevas como esta :)