domingo, 18 de octubre de 2015

Paul et Virginie

Quien me conoce sabe que perderme por Cádiz es una de mis aficiones favoritas. Durante el tiempo que viví allí descubrí cientos de lugares con encanto a los que no he dejado de regresar. Uno de ellos es el que véis en esta fotografía.


Os presento a Paul et Virginie. Conocida como la fuente de los niños, y ubicada en el Parque Genovés, es un rincón que transmite paz, que te atrae; para mi es casi imposible pasar por allí y no detenerme a contemplarlos.
Hace muy poco que conocí que estos niños tenían nombre. Me enteré gracias al blog Pasión por Cádiz (aquí el enlace: http://estoespasionporcadiz.blogspot.com.es/2012/12/los-ninos-del-paraguas-del-parque-de.html ). Nombre y una historia real; y otra ficticia, la que escribió en 1788 Jacques-Henry Bernardin de Saint-Pierre.

He encontrado el libro y lo he devorado en dos sentadas. Paul et Virginie son dos niños que se criaron en una isla, un entorno prácticamente virgen, después de que sus madres fuesen repudiadas por sus familias. Y esa fue la causa de que todo lo que vivieron fuese tan puro. Hasta su amor. Tampoco entendían de diferencias sociales ni de riqueza. Se dedicaban, simplemente a ser felices. "No tenían días destinados para los placeres ni para las tristezas; todos eran para ellos festivos e iguales", escribe el autor en la novela.

Ahora creo que no hay mejor ubicación en Cádiz para ellos que ese parque. En mitad de la naturaleza en la que conviven de la misma forma en la que vivieron: "no tenían  relojes, ni almanaques, ni libros de cronología, de historia ni de filosofía. Los periodos de su vida se arreglaban por los de la naturaleza: conocían las horas del día por la sombra de los árboles; las estaciones por el tiempo en que dan sus flores o frutos; y los años por el número de sus cosechas".

No tenían grandes conocimientos y, sin embargo, entendieron a la perfección lo que significaba amarse. Suele decirse aquello de 'que no te roce ni el aire'. Puede que el amor sea algo así: no querer que al otro le roce el aire. Ni el agua. Paul et Virginie se protegen aquí de la lluvia; no pudieron, en cambio, defenderse del mar.



Triste final para esta historia, pero como narró su autor: "la naturaleza y el corazón son inagotables". Y ellos, ya de alguna manera, eternos.

1 comentario:

  1. Gracias por dar prestigio a mi blog colocando el enlace en el tuyo. Acabo de entrar aunque sólo sea de pasada, de momento.

    Entraré de nuevo en cuanto tenga el tiempo suficiente para dedicarle el que se merece.

    Un saludo cordial.

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