En aquellos tiempos soñábamos con este hoy en el que
no somos aquello que esperábamos ser porque un día la realidad nos golpeó y
dejó medio heridas nuestras ilusiones.
Entonces éramos jóvenes e incluso nos divertía
serlo. Jugábamos a las cartas alrededor de una mesa, al igual que hoy hacen las
señoras que quieren ser denominadas de “alta alcurnia”, pero nosotras lo
hacíamos en chándal y despeinadas; y nos daba igual ser mal habladas a ratos.
En aquella misma mesa se mezclaba el humo del café con el de las decenas de
cigarrillos que consumíamos, y hablábamos de las preocupaciones banales de
nuestros días: la facultad, los exámenes, nuestras carreras universitarias, los chicos.
A veces también aprendíamos; por ejemplo, aquellos
años nos trajo la enseñanza de que la vida está siempre fuera de las cuatro paredes de las que solemos rodearnos para protegernos, precisamente, de esa realidad llamada vida; también la de que los amores no son eternos pero las amistades
sí podrían llegar a serlo. El tiempo nos dio la razón. En todo.
Discutimos y sacamos a relucir nuestro carácter en esas discusiones. Nunca nos pusimos de acuerdo al hablar de política, pero sí
supimos llorar unidas el horror de aquel inolvidable, por trágico, 11 de marzo.
Celebramos las bodas de príncipes en los que hoy no todas creemos. Bebimos, reímos y disfrutábamos mientras imaginábamos
el futuro.
Ese futuro que ya es ahora y que es casi tan
incierto, o más, de lo que lo fueron aquellos años. No bastó con dar vueltas por
el mundo o con girar sobre nosotras una y otra vez para reinventarnos. Nos
invade, en ocasiones, la desesperación y, sin embargo, la búsqueda sigue siendo
incesante. Hay quienes seguimos imaginando el futuro…
...y lo hacemos volviendo la vista atrás,
al pasado, para recopilar instantes y conformar los recuerdos capaces de
sustentar cualquier presente. Incluso el que nos ha tocado. Esto es, recuperar el espíritu de aquellos
tiempos (las emociones, las sensaciones, los sueños), para lograr sobrevivir a
estos.
Un pasado que recuerdo como muy feliz, con nuestros malos momentos pero a los que juntas éramos capaces de verlos un poquito menos malos, a los que por lo menos intentábamos que nos dieran un motivo para sonreír... Hay veces que miramos hacia atrás para alentarnos con los bueno momentos que pasábamos cuando éramos una piña, pero me hace ponerme mucho mas triste cuando miro al presente y pienso en un futuro donde difícilmente se repitan esas maravillosas experiencias... ojala se pudiera recuperar ese espíritu que nos unía, que bajáramos la cabeza con humildad para reconocer todos nuestros errores, que nos han llevado a donde estamos, para poder un día ir con nuestra cabeza muy alta y todas juntas, diciendo miradme nosotras hemos sido capaces de superar nuestra estupidez y luchar por lo que importa, LA AMISTAD que tanto valor dábamos en nuestra juventud y que en algún momento pasó a segundo (o tercer) plano,
ResponderEliminarCreo que no nos referíamos a las mismas personas ni a la misma época, María; pero por supuesto, todo momento pasado, se compartiese con quien se compartiese, tiene buenos recuerdos y experiencias inolvidables que en ocasiones sirven para tomar impulso, en otras para valorar lo que se tiene en el presente y siempre, siempre, para aprender. El futuro es algo incierto, no depende de nadie y a la vez de todos. El tiempo dirá lo que nos depara la vida.
EliminarGracias por leerme y comentar, María. Un abrazo.