jueves, 29 de agosto de 2013

Viciados

Después de meses sin vernos volvimos a coincidir y hace unas semanas decidimos darnos una nueva oportunidad; otra más. Me encuentro sola en este momento y mientras te pienso caigo en la cuenta de que, quizás, esto no salga bien. Fracasaremos; otra vez. Y es que nos conocemos tanto…

Sé que no te gusta tomar café por las mañanas, que te enfadas cuando te asomas por la ventana y el cielo está gris, y que el mal humor te durará todo el día si al abrir el correo no encuentras respuesta a tus peticiones del día anterior. Sé que si coincides con tus amigos te tomarás, al menos, dos cervezas y que, cuando vuelvas, me relatarás anécdotas que ya me has contado en otras ocasiones. Sé que te gusta tararear canciones mientras te duchas y que las informaciones del telediario te indignan tanto que se te quitan las ganas de cantar; sé que te gustaría cambiar el mundo y que, incluso, sueñas con ser reconocido un día como alguien especial.

Conozco tu olor, los rincones de tu cuerpo que necesitan ser acariciados, tu locura en el momento en que te muerdo la boca y que el lado derecho de la cama será solo tuyo a partir de determinadas horas. Me he dado cuenta de cuánto te gusta mirarte al espejo y de que tu ropa, antes de pasar por la lavadora o retornar al armario, ocupará unas horas la silla de tu dormitorio.

Reconozco cuándo estás radiante y cuándo preocupado con un simple y fugaz cruce de miradas. Sé que algunos días te agobiará mi presencia, pero que me extrañarás ciertos meses de invierno. Sé que cuando tardes en contestar a mis llamadas o mensajes estarás ideando excusas. Y soy sabedora de que me echarás de tu vida sin echarme del todo.


Tú sabes de mi que me gustan los gintonics con dos rodajas de limón, que no me importa volver a escuchar tu anecdotario, que tengo razón cuando digo que me huyes, que prefiero dormir desnuda cuando te tengo cerca y que, a veces, te escribo… Y nada más.  

lunes, 26 de agosto de 2013

Hastío

Ella se cansó de las miradas, de las sonrisas cómplices, de las palabras bonitas y los halagos; se cansó de los planes presentes y de los viajes futuros. A ella comenzaron a cansarle los momentos compartidos con copas de por medio…

Ella quedó agotada de luchar sola o por nada, de no encontrar un desenlace feliz a una historia que en el fondo no era tan complicada, de entregarse a todas horas para que la recompensa fuese tan efímera…

Ella se hartó de que él prefiriese enredarse en laberintos para llegar a la meta, de las excusas injustificadas, de la ayuda en vano...

Ella, al final, se cansó de esperar que él tuviese valor para atravesar las puertas de su corazón.

domingo, 18 de agosto de 2013

Los besos no se gastan

Desde que supe el título del libro de Raquel Martos, Los besos no se gastan, tuve curiosidad por leerlo. A veces los títulos nos llaman la atención y el contenido nos desilusiona, aunque no ha sucedido en este caso y me alegro. He devorado esta novela de lectura sencilla y amena que trata de la historia de dos amigas que se reencuentran diez años después. El libro hace un repaso por sus vidas antes de la separación y narra los sucesos que le acontecerán cuando la vida las vuelva a reunir.

Quizás el concepto de amistad que propone la obra sea algo utópico, más en estos tiempos en los que las diversas metas personales o profesionales nos llevan a alejarnos de nuestros orígenes y de los que podemos denominar nuestros amigos de toda la vida. Sin embargo, este tipo de hechos provoca también que a esas amistades de siempre se sumen personas a las que tal vez no vayas a ver con la frecuencia que te gustaría, pero que se convierten en imprescindibles, en importantes…y eso me parece una experiencia maravillosa. Y aún más maravilloso es reencontrarte con ellas al cabo de los años, mirarlas, reíros y comprender por qué te esforzaste en hacerlas parte de tu vida un día.

Y al margen de todo esto (que es más una opinión personal que una valoración de la obra), Los besos no se gastan me ha gustado porque a veces me he sentido Eva y otras Lucía (las protagonistas de la novela) y porque me gusta llamar a las rubias que me rodean “rubia”, y a mis morenas “morena” y eso me ha permitido convertir la obra en una historia cercana, e incluso, ponerle rostro a los personajes de la misma.


La frase con la que me quedo es esta (porque me recuerda mucho a lo que se acerca a mi concepto de amistad, a esa complicidad única entre las personas): “los seres humanos somos expertos en crear momentos mágicos en las peores situaciones”. 

sábado, 17 de agosto de 2013

Los enamoramientos

Mañana en la batalla piensa en mi  y Corazón tan blanco fueron títulos que me gustaron tanto que tenía muchas ganas de encontrar el momento de leer Los enamoramientos de Javier Marías. Me agrada la manera de escribir de este autor y he disfrutado mucho con las historias de él que han llegado a mis manos. No ha sido diferente en este caso, aunque en esta novela tenga un peso muy importante la propia reflexión del lector (tras los pensamientos que propone la protagonista María Dolz) y la interpretación que se le dé, o se le quiera dar, a los acontecimientos narrados.

Predomina por tanto el razonamiento, aunque probablemente lo más particular de la obra es el tratamiento insólito de temas tan recurrentes como la muerte (ajena) y el amor (el enamoramiento idílico). Así, y aunque reconozco que algunas partes resultaron algo densas, es un libro que permite que quien lo lea vuelva una y otra vez a recordar los hechos que se cuentan y a pensar en cómo actuaríamos ante ellos o cómo los valoraríamos en nuestra vida cotidiana; y más importante aún: la consideración que debemos dar a las causas, las consecuencias y la forma en la que suceden (o decidimos que sucedan) las cosas.


Y de las muchas frases que he anotado de esta obra, me quedo con este pensamiento: “la horrible fuerza del presente aplasta más el pasado cuanto más lo distancia y además lo falsea sin que el pasado pueda abrir la boca, protestar ni contradecirlo ni refutarle nada”.  

domingo, 11 de agosto de 2013

Dime quién soy

En una de mis brevísimas visitas a Cádiz alguien me aconsejó las novelas de Julia Navarro y, por mis gustos, más concretamente Dime quién soy. Acertó de lleno. La obra me ha emocionado, me ha mantenido en vilo desde principio a fin. Es uno de esos libros que, si te gusta desde el inicio, te tendrá enganchado a la historia y te sorprenderá en cada una de sus páginas a pesar de los sentimientos de horror e impotencia que afloran en algunos momentos de la novela.

La obra se basa en la investigación que un periodista desilusionado con la profesión (esto, por desgracia, me suena bastante) decide emprender acerca de la vida de su bisabuela, Amelia Garayoa. No será un trabajo fácil pues para hallar el rastro de la misma tendrá que viajar históricamente a algunos de los periodos más convulsos hasta descubrir la intensa y activa vida que Garayoa decidió llevar a cabo, rehusando la existencia acomodada y burguesa que su destino le tenía deparada. 


De esta novela, me quedo con esta frase: “la historia es la que es, no la que pudo ser o deja de ser”. 

domingo, 4 de agosto de 2013

Se deja de querer...

Aunque me gusta leer poesía, sobre todo ante determinados estados de ánimo y en concretos momentos del día, lo cierto es que hasta hace unos meses desconocía la obra de José Ángel Buesa (o si había leído algo de él, no lo recordaba). Puede parecer sorprendente e insólito pero descubrí sus poemas en un programa de Telecinco; hacía zapping un domingo por la noche, anunciaron que una de las actuaciones sería un hombre recitando poesía y por curiosidad me quedé. ¡Y menudo acierto! No puedo negar que Rafael Turia (el concursante en sí) me cautivó con su forma de recitar, pero sin duda lo que más me llegó al alma fue cada uno de los versos escritos por Buesa, este cubano al que llamaban “el poeta enamorado”, que con sencillez y sensibilidad ha sabido describir a la perfección sentimientos, pensamientos u ocasiones a las que, a veces, no es nada fácil otorgarles las palabras determinadas...aún menos con tanta elegancia.
Se deja de querer es el primer poema que conocí de Buesa y sigue transmitiéndome, y moviendo dentro de mi, lo mismo que aquella noche (aunque luego viniesen muchos más).

Se deja de querer...
y no se sabe por qué se deja de querer;
es como abrir la mano y encontrarla vacía
y no saber de pronto qué cosa se nos fue.

Se deja de querer...
y es como un río cuya corriente fresca ya no calma la sed,
como andar en otoño sobre las hojas secas
y  pisar la hoja verde que no debió caer.

Se deja de querer...
Y es como el ciego que aún dice adiós llorando
después que pasó el tren,
o como quien despierta recordando un camino
pero ya sólo sabe que regresó por él.

Se deja de querer...
como quien deja de andar una calle sin razón, sin saber,
y es hallar un diamante brillando en el rocío
y que ya al recogerlo se evapore también.

Se deja de querer...
y es como un viaje detenido en las sombras
sin seguir ni volver,
y es cortar una rosa para adornar la mesa
y que el viento deshoje la rosa en el mantel.

Se deja de querer...
y es como un niño que ve cómo naufragan sus barcos de papel,
o escribir en la arena la fecha de mañana
y que el mar se la lleve con el nombre de ayer.

Se deja de querer...
y es como un libro que aún abierto hoja a hoja quedó a medio leer,
y es como la sortija que se quitó del dedo
y solo así supimos... que se marcó en la piel.

Se deja de querer...


y no se sabe por qué se deja de querer.


P.D. Y aquí va el enlace donde se puede escuchar a Rafael Turia recitándolo; así lo descubrí yo: