
Predomina por tanto el razonamiento, aunque probablemente lo
más particular de la obra es el tratamiento insólito de temas tan recurrentes
como la muerte (ajena) y el amor (el enamoramiento idílico). Así, y aunque
reconozco que algunas partes resultaron algo densas, es un libro que permite
que quien lo lea vuelva una y otra vez a recordar los hechos que se cuentan y a
pensar en cómo actuaríamos ante ellos o cómo los valoraríamos en nuestra vida
cotidiana; y más importante aún: la consideración que debemos dar a las causas,
las consecuencias y la forma en la que suceden (o decidimos que sucedan) las
cosas.
Y de las muchas frases que he anotado de esta obra, me quedo
con este pensamiento: “la horrible fuerza del presente aplasta más el pasado
cuanto más lo distancia y además lo falsea sin que el pasado pueda abrir la
boca, protestar ni contradecirlo ni refutarle nada”.
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