lunes, 30 de septiembre de 2013

Otoño

Hoy he sido consciente de que ha llegado el otoño. Ya sé que hace algo más de una semana que cambiamos de estación pero hasta que el cielo no se ha mantenido gris todo el día y las hojas de los árboles han brillado durante horas por el agua que las empapaba no he querido darme cuenta. La jornada de hoy, sin embargo, tiene todos los ingredientes de esta época: me apetece mirar tras el cristal e imaginar cómo serán los días venideros y, aunque no llega a hacer frío, tampoco sobrará la primera manga larga de la temporada; hoy hace acto de presencia la melancolía, es decir, me acuerdo de ti mucho más de lo que lo hice ayer y siento que quiero acurrucarme junto a ti en el sofá. Hoy necesito hacer café (o té) para dos y me gustaría tomarlo mientras leemos poesía. Mientras leemos a Benedetti.

Aprovechemos el otoño
antes de que el invierno nos escombre
entremos a codazos en la franja del sol
y admiremos a los pájaros que emigran

ahora que calienta el corazón
aunque sea de a ratos y de a poco
pensemos y sintamos todavía
con el viejo cariño que nos queda

aprovechemos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza

porque el futuro se nos vuelve escarcha

lunes, 23 de septiembre de 2013

334 kilómetros

334 kilómetros me separan de Cádiz en este momento. Sé que a lo largo del año he dejado caer en varias ocasiones, y en otros espacios, cuán importante ha sido esta etapa para mi. Ahora quiero detenerme un poco más.

Siempre me he adaptado a los sitios en los que he vivido: disfruté mucho de mi estancia en Sevilla, también, aunque no tanto, de mi etapa en Jaén, y reconozco que el lugar donde nací es siempre especial, sobre todo por la gente que lo habita y que forma parte de mi vida. Cádiz era una meta, un sueño…y ha sido siempre un amor platónico que este año se convirtió en real y que viví apasionadamente, como me enseñaron a vivir las cosas.

Me he preguntado muchas veces por qué es tan especial. Supongo que porque una parte de mi está hecha de retazos de aquella tierra o tal vez sea porque allí he encontrado siempre la fuerza para levantarme o la energía para seguir adelante y plantearme nuevos objetivos. Pisar aquel lugar, respirar su aire, embriagarme de su aroma siempre me saca una sonrisa.

Aquel rincón me ha renovado, me ha hecho plantearme miles de cosas y me ha enseñado tanto… Allí he aprendido que la amistad no tiene edad y que las personas más inesperadas pueden darte lecciones de vida; he comprendido lo importante que es inventar mil ideas, algunas absurdas, para que los que no están en su mejor momento salgan a flote; y que hay que brindar por cosas tan simples como un día de sol. He tenido que reconocer que nuestra primera vocación no es siempre la única y que hay muchos ámbitos en los que podemos llegar a ser competentes; que tenemos que perdernos en diversas ocasiones porque solo así encontraremos los caminos adecuados; y que andar acompañado puede reportarnos gratas experiencias.
Al sur del sur me he dado cuenta de lo maravilloso que puede resultar desorientarse en una ciudad con encanto; que hay ocasiones que no se podrán describir nunca; y que ver el mar cada día es un auténtico regalo. He aceptado que hay cosas que no pueden ser; que las cosas que antes no me gustaban hoy pueden volverme loca; y que donde menos lo esperas surge lo inesperado.


En Cádiz he aprendido a echar de menos (y por eso me duele tanto esta distancia). En Cádiz he aprendido…que me queda mucho por aprender.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Encuentro imaginario

Hoy me ha despertado un bonito sueño. Tú habías conseguido romper la burbuja de cristal en la que te encontrabas inmerso, y que ya no recuerdo si fue creada por mi o tú solo elegiste entrar en ella, y acortabas la distancia que había empezado a separarnos. Cuando al abrir la puerta te veía al otro lado conseguía olvidar mis eternos ratos de soledad, que no eran otros que aquellos en los que tú no estabas presente de alguna manera; desaparecían también las dudas acerca de lo que hubiese pasado si hubiéramos dado los pasos que, hasta ahora, no nos habíamos atrevido a dar; y, sobre todo, dejaba de soñar.

Por fin, frente a frente. Solos. Los dos. La claridad de tu sonrisa era solo para mi; tu mirada se centraba en recorrer cada centímetro de mi cuerpo hasta que tus manos comprendían la necesidad de abrazarme; y tus labios acariciaban los míos impidiendo articular palabras que ya no nos hacían ninguna falta ni tenían cabida en aquel momento. Me perdía en tu aroma y la felicidad por la magia de ese instante provocaba que mi mente viajase por todos los parajes naturales y ciudades que ideamos en numerosas ocasiones. Cuando conseguías que te dejase hablar me decías que ya no tendría que preocuparme más, que no te marcharías lejos como a veces anunciabas, que habías encontrado el camino adecuado y que la puerta a la que acababas de llamar era tu meta. Y a mi no me quedaría más remedio que llorar de emoción.

Otro tipo de lágrimas me retornan ahora a la realidad, a las preguntas sin respuesta y a este vacío que dejaste y que por ser tan especial creo que permanecerá así siempre. Eso sí, prometo seguir soñando con nuestro encuentro imaginario.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Las últimas letras...

Algún día, sin esperarlo, como le ocurre a aquel que abre la ventana una mañana y se da cuenta de que ha llegado el otoño porque las hojas de los árboles se encuentran caídas en el suelo, encontrarás mis cartas. Imaginarás su contenido hasta que te decidas a abrirlas. Lo harás con energía y más que leerlas, las devorarás. Tendrás que volver a releerlas mucho más despacio y será entonces cuando te identifiques con cada palabra, cuando te des cuenta de que estoy contando tu historia, que es también la mía, y serás consciente de que estoy definiendo en esas líneas cada uno de nuestros momentos juntos.

Si prestas mucha atención durante la lectura, detectarás también que cada letra se surte de los sentimientos que despertaste en mí y se te pondrá la carne de gallina cuando narre que en la oscuridad tus ojos fueron como la luz del faro y que, gracias a ellos, no me perdí en tantas ocasiones.

Tu respiración se verá agitada, saldrás de casa y recorrerás las calles de forma desordenada hasta que tu mente haga una guía de los lugares que me gustaban compartir contigo y los visites con la esperanza de encontrarme. Necesitarás verme, abrazarme, besarme y susurrarme al oído que tus sensaciones son iguales que las mías: que a ti también te tiembla hasta el alma cuando mi mirada se clava en la tuya, que mis risas son la banda sonora de tu día a día y que mi rostro es el protagonista de todos tus sueños.


Una lluvia intensa terminará con el reencuentro que estás imaginando, querrás volver de nuevo a tu dormitorio; repasarás las cartas implorando encontrar una pista que te lleve al lugar donde estoy. En la última de ellas notarás que la tinta es menos intensa y comprenderás que me cansé de esperarte, de amarte, de sentirte y, sobre todo, que me cansé de escribirte.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Las cosas que no nos dijimos

Alguien me comentó hace ya varias semanas que leyese algunos de los libros de Marc Levy. Entre los diferentes títulos, casi todos muy sugerentes, me decidí por Las cosas que no nos dijimos. La obra narra lo que sucede a Julia Walsh a partir de la muerte de su padre, que es enterrado el mismo día en el que ella pensaba casarse. Y desde que ocurre ese acontecimiento, el lector se encontrará con una bonita historia de segundas oportunidades.

Yo soy de las que creo, casi siempre, en las segundas oportunidades. A veces son necesarias, otras son vitales y, sobre todo, considero que casi todo el mundo merece ser escuchado o tiene derecho a dar una explicación. Este libro se centra en una segunda oportunidad tan ficticia como mágica, una segunda oportunidad que creo que casi todos estaríamos dispuestos a experimentar porque todos hemos perdido a alguien importante en el camino y daríamos lo que fuese por volverlo a ver; y por compartir unos minutos o unos días con esa persona, por volver a escuchar de sus labios te quiero y nos encantaría tener la posibilidad de decirle cuánto la echamos de menos y la falta que nos ha hecho en determinados momentos.

El libro no solo nos hace reflexionar sobre las segundas oportunidades. También profundiza en el reencuentro consigo mismo, en la necesidad que, a veces, tenemos de un guía que nos lleve hasta aquello que verdaderamente nos importa y queremos, a lo bueno de perdernos para luego encontrarnos…


Con Las cosas que no nos dijimos, de lectura sencilla y amena, he pensado mucho, me ha emocionado y me he reído, así que es un libro recomendable para pasar un rato entretenido. De todas, elijo esta frase: “la memoria es una artista extraña, redibuja los colores de la vida, borra lo mediocre y solo conserva los trazos más hermosos, las curvas más conmovedoras”.

jueves, 5 de septiembre de 2013

El prisionero del cielo

Llevaba ya muchos días sin hacer referencia a ningún libro y no es que haya dejado de leer; es más bien que me he amparado en dos de los derechos que tengo como lector (derecho a terminar un libro y derecho a callarnos) y que aprendí gracias a Como una novela de Daniel Pennac (otra obra muy recomendable, sobre todo para comprender la importancia y todo lo que nos aporta la lectura, sea cual sea el título que escojamos). Es decir, sobre dos de los libros que han pasado por mis manos no he querido comentar nada y el tercero, a pesar de haber sido premio Planeta en su día, terminé abandonándolo porque me resultaba lento y eso hizo que me aburriese enormemente (quizás en otro momento lo retome y entonces me fascine; ahora no).

Y tras esas tres experiencias me decidí por El prisionero del cielo. Muchos veranos después de que cayese en mis manos La sombra del viento, opté de nuevo por la prosa de Carlos Ruiz Zafón, por las historias de la familia Sempere, por el retrato de la Barcelona de mediados del siglo XX, por el misterio y, sobre todo, por el reencuentro con El cementerio de los libros olvidados.

La sombra del viento fue (y sigue siendo) uno de mis libros favoritos durante una larga temporada, uno de los primeros que me hizo llorar de emoción y uno de los primeros que creó en mi esa sensación extraña de: quiero acabarlo pero que no acabe nunca. Aunque El juego del ángel y El prisionero del cielo no han conseguido llegarme de la misma manera en la que lo hizo el primer título de esta serie, mentiría si dijese que sus páginas no me han tenido atada durante horas. Así que muy recomendables, los tres.

Esta obra me ha dejado esta frase: “en esta vida se perdona todo menos decir la verdad”. 

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Párame el mundo

Si algún día vuelvo, quiero encontrarte en una de las plazas por las que paseamos juntos en más de una ocasión. Seguramente habrá una terraza en ella y tendrás que proponerme que me tome una cerveza contigo…por los viejos tiempos.

Cuando nos sentemos y me mires de esa manera única en la que la hacen tus expresivos ojos oscuros, brotará también esa sonrisa enorme y sincera que me regalaste tantas veces; sin pedir nada a cambio, ocultando tus tragedias.

Me contarás con humor y sin darle importancia los temas que te preocupan o afectan. Te reirás de ellos mientras tus manos buscarán el roce de las mías. Nuestras manos juntas, tu consuelo. Escucharás con rostro pensativo la narración de las historias que me traen de cabeza y cuando ambos regresemos a nuestras casas me mandarás un mensaje de ánimo y me dirás que todo irá bien, que solo es una mala racha o que no hay mal que cien años dure.

Pero antes de llegar a ese momento, habremos llenado la mesa de la terraza de vasos vacíos, recordaremos las vivencias más alegres y evitaremos hablar de los recuerdos tristes (sobre todo tú). No seremos conscientes de lo que pasa a nuestro alrededor; en la multitud solo existiremos tú y yo.

Al despedirnos me abrazarás de forma protectora y me darás un puñado de besos en la mejilla izquierda.



Y al deshacer el camino que me llevó, por casualidad, hasta ese lugar, tendré la sensación de que el tiempo no ha pasado tan deprisa y de que cumpliste la promesa de pararme el mundo.