Me he
sorprendido a mí misma hablando de ti, narrando tu historia aunque no me
pertenezca, e hilando todos los datos que puedo recordar de tu vida para
entender por qué un día se encontró con la mía. Me he sorprendido a mí misma
incluyendo tu nombre en todas mis conversaciones; es la única manera de
conseguir que estés presente en todos y cada uno de los momentos que paso sin
ti.
Me he
sorprendido a mí misma pensando en nuestros efímeros encuentros, porque siempre
me parecerán cortos, y he intentado recordar cada una de las charlas que
mantuvimos para guardarlas en el baúl de tesoros que almaceno en mi mente. También
he hecho recuento de nuestros gestos y he logrado volver a notar el tímido roce
de nuestras manos. Las caricias las voy
a guardar en el alma, que es la que se encarga de hacerme sentir.
Me he
sorprendido a mí misma rememorando las risas, aquel tiempo en que nos permitíamos
ser cómplices durante algunos minutos, los secretos que compartimos, las
historias en las que nos involucramos de igual manera, las calles que nuestro
pies pisaron en paralelo.
Me he
sorprendido a mí misma imaginando que habrá una próxima vez y he decidido por
los dos como quiero que sea: no quiero que hablemos -si ves necesario cruzar
alguna palabra, susúrrala- , ni que traigas a mi memoria el inservible pasado
que tanto nos distanció, no menciones tampoco el futuro, ni siquiera el
presente. Abrázame, solo así llegaré a entender que el sueño se está haciendo
realidad.
Me he
sorprendido a mí misma porque a veces me gusta sorprenderme, y sorprenderte, y
que me sorprendas, y sorprendernos…como ahora, como siempre.