…y de
repente, vuelve a estar presente en los lugares que frecuento. No es su sombra,
ni su recuerdo. La persona a la que observaba en la distancia de un bar mientras
imaginaba un cruce de miradas, ha vuelto a aparecer en los rincones que nos
unieron y desunieron a partes iguales. Alguna vez llegamos a mantener una
conversación banal; e incluso se esforzó en escuchar mis quejas mientras
intentaba convencerme de que la solución a todo lo que me dolía terminaría
poniéndose ante mí el día menos pensado.
Se
cansó de mi cansancio y viajamos, por separado y sin encontrarnos, por las
mismas ciudades; buscamos el calor de otras camas y recorrimos desesperadamente
otros labios. Dimos cientos de rodeos para volver al mismo punto de partida: a
las puertas de esos bares que nos vieron crecer hasta hacernos adultos. Creo
que los dos hemos cambiado de bebida y aunque yo me transformé con cada trago
amargo de ginebra, él sigue siendo el mismo y eso le permite jugar con ventaja.
Sabe que me gana cuando elige las palabras adecuadas, que sus ojos me intimidan
desde que conseguí que se encontrasen con los míos y que los dos tenemos las
mismas ganas de provocar un encuentro a solas.
Por eso,
siento que ha llegado el momento de dar a las palabras su justo significado: quiero que tú seas el tú que acompañe a mi yo, y quiero que ahora
sea ahora, porque ya no quiero dejarte para después.
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