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kilómetros me separan de Cádiz en este momento. Sé que a lo largo del año he
dejado caer en varias ocasiones, y en otros espacios, cuán importante ha sido
esta etapa para mi. Ahora quiero detenerme un poco más.
Siempre
me he adaptado a los sitios en los que he vivido: disfruté mucho de mi estancia
en Sevilla, también, aunque no tanto, de mi etapa en Jaén, y reconozco que el
lugar donde nací es siempre especial, sobre todo por la gente que lo habita y
que forma parte de mi vida. Cádiz era una meta, un sueño…y ha sido siempre un
amor platónico que este año se convirtió en real y que viví apasionadamente,
como me enseñaron a vivir las cosas.
Me he
preguntado muchas veces por qué es tan especial. Supongo que porque una parte
de mi está hecha de retazos de aquella tierra o tal vez sea porque allí he
encontrado siempre la fuerza para levantarme o la energía para seguir adelante
y plantearme nuevos objetivos. Pisar aquel lugar, respirar su aire, embriagarme
de su aroma siempre me saca una sonrisa.
Aquel
rincón me ha renovado, me ha hecho plantearme miles de cosas y me ha enseñado
tanto… Allí he aprendido que la amistad no tiene edad y que las personas más
inesperadas pueden darte lecciones de vida; he comprendido lo importante que es
inventar mil ideas, algunas absurdas, para que los que no están en su mejor
momento salgan a flote; y que hay que brindar por cosas tan simples como un día
de sol. He tenido que reconocer que nuestra primera vocación no es siempre la
única y que hay muchos ámbitos en los que podemos llegar a ser competentes; que
tenemos que perdernos en diversas ocasiones porque solo así encontraremos los
caminos adecuados; y que andar acompañado puede reportarnos gratas experiencias.
Al sur
del sur me he dado cuenta de lo maravilloso que puede resultar desorientarse en
una ciudad con encanto; que hay ocasiones que no se podrán describir nunca; y
que ver el mar cada día es un auténtico regalo. He aceptado que hay cosas que
no pueden ser; que las cosas que antes no me gustaban hoy pueden volverme loca;
y que donde menos lo esperas surge lo inesperado.
En
Cádiz he aprendido a echar de menos (y por eso me duele tanto esta distancia).
En Cádiz he aprendido…que me queda mucho por aprender.
Eres genial, Leti. Llegarás muy lejos, lo sé porque vales mucho, no solo como profesional sino como persona. Desde Cái te echamos mucho de menos y este año no será igual que el anterior bendito que cruzó fortuitamente nuestros caminos.
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